Esta leyenda trata de una señora, quien, caminando por el campo tropezó con algo en el suelo. Miró hacia abajo aquello que estorbó su caminar y encontró a sus pies un crucifijo roto. En ese momento lo recogió y lo llevó a su casa, allí lo puso en su sala, llenándolo de flores y de veladoras, y así fue como siempre trató la señora al Cristo roto.