En una localidad apartada de la ciudad, una familia vivía felizmente. Papá, mamá y dos gemelas integraban el hogar. Su casa se ubicaba cerca de una transitada carretera, la cual debían cruzar todas las mañanas para llegar al colegio de las niñas. Su madre siempre las acompañaba hasta la escuela, aunque luego debía devolverse sola para acudir a su trabajo.
No tenía problema con ello, la seguridad de sus hijas estaba primero. La rutina se repetía una y otra vez, sin ningún percance. Hasta que, en una mañana como cualquier otra, las gemelas, tras desayunar y vestirse, emprendieron la caminata hasta la institución académica junto a su madre.