Una vez una señora se encontraba lavando su ropa fuera de su casa, ella era madre de un bebe el cual no tenía mucho que había nacido, estaba acostumbrada al escucharlo llorar por cualquier cosa.
Quetzaltenango, la segunda ciudad más grande en Guatemala, también conocida por su nombre de origen maya, Xelajú, o simplemente Xela, guarda una escalofriante leyenda cuyos orígenes se remontan a fines de la década de los cincuenta, todavía la urbe alejada de la modernización actual, la población menor populosa y los vecinos más cercanos y amigables entre sí. No fue esto óbice, como pronto veremos, para que Quetzaltenango fuese teñida por la tragedia.
Esta leyenda nos llega desde el Distrito Federal de México, en una época sin especificar, en la cual una mujer que había enviudado, acongojada por la soledad, había buscado consuelo en un hombre que en un principio parecía ser una buena persona, pero el tiempo se encargaría de mostrar lo contrario.
La mujer invitó al hombre a vivir en su casa, y como dijéramos, al comienzo de la relación todo marchaba bien.