Esto es justo lo que se supone que nunca debes hacer: ponerte frente al espejo…
Fernanda era una chica de 14 años como cualquier otra. Asistía al instituto, por la tarde tenía clases de natación, se reunía periódicamente con sus amigos,… en fin, una adolescente cualquiera.
En un receso del día viernes, su grupo de amigos deciden jugar a un popular juego basado en la famosa historia de nueves veces Verónica. La actividad consistía en pararse a oscuras frente a un espejo y repetir nueve veces el nombre del espíritu, el cual debía aparecer tras realizar el ritual.
Fernanda fue la elegida entre el grupo tras una ronda de piedra, papel o tijeras. Escéptica, aceptó sin protesta el reto. Uno de los compañeros le acompañó hasta el baño de la escuela; específicamente el de la conserjería. Era perfecto, pues carecía de ventanas, por lo que no entraba ni un rayo de luz. En el lugar, la joven entró segura de sí misma. Repitió nueve veces Verónica y nada sucedió. Salió del servicio como si nada. Para ella había sido un tonto reto.
Esa noche, le tocó estudiar hasta tarde, al día siguiente tendría un importante examen de matemáticas. El reloj señaló las 12, Fernanda estaba agotada así que se recostó un momento. En esa corta siesta, soñó que una presencia siniestra la acosaba, quería llegar hasta ella. Se despertó acelerada, el corazón le palpitaba rápidamente. Nerviosa, fue hasta la cocina para tomar un vaso de agua. La pesadilla la había dejado un poco asustada, pero le restó importancia.
Continúo estudiando tras refrescar su garganta. Se hicieron las 2 de la madrugada. Estaba exhausta. Se dispuso a dormir, ya que no aguantaba más. En medio de su sueño cobró conciencia, aunque no podía mover sus extremidades. Con los ojos entre abiertos, fue testigo de la silueta de una mujer en la puerta de la recámara. Su cabello era largo y oscuro y le cubría el rostro. Vestida con una bata blanca que se encontraba manchada de sangre. Fernanda estaba desesperada. Aquella entidad se acercaba lentamente a la cama, sin ella poder moverse. Cuando estuvo a punto de tocarla, la chica despertó súbitamente. Al salir por fin de la terrible pesadilla, supuso que se trataba de su imaginación, por haber jugado nueve veces Verónica, así que hizo caso omiso del acontecimiento.
Ese mismo día, minutos antes del parcial, necesitaba refrescarse. A su mente seguía llegando la imagen de la presencia que casi la tocó en el sueño. Fue al baño pero estaba cerrado. Necesitaba orinar con urgencia, tenía la vejiga a reventar. La única opción era ir nuevamente al servicio de la conserjería, aunque estaba algo reticente de acudir al mismo lugar donde realizó el rito de invocación. Sin darle muchas vueltas al asunto, se dirigió al lugar. Una vez allí, satisfizo sus necesidades fisiológicas. Se miró frente al espejo. La luz empezó a parpadear. En ello, de repente, todo quedó en silencio. La siniestra presencia que había visto en su habitación estaba de nuevo junto a ella. Observó el reflejo del espectro justo detrás, pegando un grito que sentía como se ahogaba en ese ensordecedor silencio. Con un giro de 180 grados, se encontró de frente con la mujer, la cual le dijo: “Soy Verónica, tú me invocaste. Ahora debes pagar las consecuencias”.
Fernanda desapareció, nunca hallaron su cuerpo. En los pasillos del instituto, algunos afirman haberla visto en el espejo del baño de la conserjería, como si su espíritu habitara en el cristal.
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