Una de las leyendas que no pertenece a un sólo lugar es la de los Chaneques. Primero que nada habrá que decir qué es un Chaneque; un Chaneque es un duende que ronda casas, ríos, arroyos, y parajes del bosque. Es difícil describir a un chaneque físicamente porque no mucha gente los ha visto; la mayoría cuenta que si acaso, han avistado a los Chaneques por sólo unos segundos.
En la zona de Pochutla, en la costa oaxaqueña, antiguos cazadores han relatado que en sus andanzas en busca de venados se han adentrado al bosque por muchos kilómetros. La larga caminata por cerros, cañadas y ríos los ha llevado a lugares donde los venados se acercan a bebederos durante la noche y madrugada.
Estas caminatas, que suelen durar horas, incluso días, son un recorrido por laderas, ascensos y descensos entre pequeños arroyos y cerros hasta lograr alcanzar un lugar propicio donde se avistan venados. La técnica de cacería es la de buscar un sitio un poco elevado con el viento en contra desde la perspectiva del cazador para que los venados no venteen o huelan a su verdugo.
Algunos cazadores solían usar una hamaca que cuelgan de dos árboles cercanos al bebedero. Otros cazadores construían una pequeña plataforma con troncos de donde vigilaban a sus presas, con la plataforma evitaban el ruido de pisadas que ahuyenta a los rumiantes.
En estas correrías por el bosque estos cazadores han relatado que escuchan voces agudas provenientes principalmente de los arroyos y flujos de agua. Se dice que las voces son muy parecidas a las de niños de cuatro o cinco años; las voces, traviesas y juguetonas, con risas sinceras y francas, llenan el bosque cual música tenue.
El desconcierto de los cazadores aumenta mientras las risillas suben de volumen con el acercamiento. Cabe decir que los sitios de los avistamientos son lugares alejados de las comunidades del bosque, sitios casi inaccesibles para que los niños vayan a jugar sin la supervisión de varios adultos, ya que el mismo bosque cuenta con animales peligrosos para niños de esa edad.
Los cazadores narraron que después de escuchar las risillas y voces de niños, caminaron por una pequeña pendiente y en la curva de la brecha se acercaron a un arroyuelo de agua fría. Ahí, en el arroyo, cinco o seis pequeñuelos jugaban desnudos en una poza con el agua hasta sus caderas. Tan sólo un momento les tomó darse cuenta que eran observados y huyeron por el bosque profiriendo risas de burla hacia los recién llegados. Después de salir de su estupefacción los cazadores rápidamente trataron de encontrar a los pequeñuelos, quienes se dispersaron y desaparecieron entre los troncos de los árboles. El encuentro, tan fugaz como raro, alertó a los cazadores a huir del lugar para después concluir que los Chaneques les habían jugado una broma. El místico encuentro dio lugar a la también huida de los cazadores y a la conclusión de que el bosque cuenta además con guardianes celosos de sus secretos.
En algunas casonas de la zona cafetalera las cosas se mueven o cambian de lugar. Se dice que cuando esto sucede algún Chaneque está haciendo travesuras. Muchas veces, cuando los utensilios de cocina se caen de alguna repisa, o se encuentran dispersos o en otro sitio diferente al cual se habían depositado, se afirma que los Chaneques andan por ahí buscando algo. Estas travesuras tienen un fin; es que los Chaneques buscan comida o cualquier aperitivo que calme sus ansias de molestar a la gente. Una de las soluciones es dejar dulces o pequeños trozos de comida para los Chaneques, ellos vendrán por su tentempié y calmarán sus ganas de reírse de los habitantes de la casa. Otros solamente les dedican palabras amorosas y se escuchan frases al viento con ternura y complicidad que los llaman a dejar sus maldades inofensivas.
Un chofer contó que en la carretera Oaxaca-Puerto Ángel a la altura del kilómetro 100, en el preciso lugar donde se encuentra una gran higuera, redujo la velocidad de su vehículo para pasar un tope; ya estando debajo de las ramas de la higuera y cubierto por la densa oscuridad de la madrugada, unas pequeñas figuras cayeron sobre el cofre de su camioneta. La primera reacción fue de susto causado por el golpe sobre la lamina. Cuando se repuso del repentino encuentro, pudo distinguir a unos pequeños que brincaban y reían sobre la plataforma. Momentos después, éstos subieron velozmente hacia las ramas de la higuera. Cuenta que se detuvo y despertó a su acompañante para verificar qué había sido exactamente. Con sus linternas, buscaron por to