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Leyenda Urbana

Leyenda de la mujer del pasillo

En vísperas del día de brujas, un grupo de adolescentes decidieron pasar la noche reunidos en casa de una compañera. La idea era ver películas de terror, comer palomitas de maíz y contar historias perturbadoras.

A las 8:00pm ya todos se encontraban en el lugar. Pasaron 15 minutos cuando una tempestuosa lluvia se hizo con el exterior de la vivienda, llena de truenos, que pondrían la piel de gallina a cualquiera. No obstante, estando todos entretenidos con la televisión, nadie le dio mayor importancia a la tormenta.

En ello, a las nueve menos cuarto, un poste fue derribado por los huracanados vientos, causando un apagón en toda la cuadra. Sin luz, pensaban en otras opciones de entretenimiento. La dueña de la propiedad, Raquel, comentó que en el ático guardaba una vieja Ouija, que había pertenecido a su familia por generaciones. Se dispusieron a buscarla. La ocasión se presentaba propicia para una experiencia paranormal.

Subieron al segundo piso, al final del pasillo donde se hallaban las recámaras, estaba el acceso al altillo. Sin ningún problema consiguieron la tabla con la ayuda de una linterna. Acto seguido, entraron a la habitación de Raquel para comenzar el rito. Los presentes colocaron sus dedos encima del planchette, vociferando las palabras:
-¿Hay alguien allí?

La leyenda de la mujer del pasillo

Pero el silencio fue la única respuesta que consiguieron. Lo intentaron un par de veces más, pero la contestación seguía siendo la misma. Cuando estaban a punto de dar por finalizada la sesión, el puntero empezó a moverse. En ese momento quedaron boquiabiertos, una energía pesada inundaba la recamara.

Los chicos preguntaron:
-¿Qué quieres?
A lo que la tabla Ouija deletreó:
-Jugar con ustedes.
-¿De dónde eres?
-De algún lugar.
-¿Dónde estás ahora?
-En el pasillo.
Tras esa última afirmación un pavor inmenso invadió a los muchachos. De inmediato, resolvieron cerrar con seguro la puerta de la alcoba. Justo después de hacerlo, el pomo comenzó a moverse violentamente. Lo que estuviese fuera quería entrar. Se mantuvo así unos segundos. Luego, silencio. Ninguno era capaz de pronunciar palabras, estaban atónitos con lo que presenciaban. Golpes a la puerta siguieron al momento de mudez absoluta. Acompañado por unos espeluznantes gritos de una mujer que les decía:
-¡Déjenme entrar!

Los chicos, por supuesto, hicieron caso omiso a la solicitud. Pero, una de las chicas del grupo comenzó a retorcerse. Ana estaba siendo poseída. Cuando al final se detuvo, emitió una escalofriante oración. “Ya estoy aquí”, pronunció. Raquel abrió la puerta, escapó, pero los demás no. Tras de sí escuchaba los desesperados gritos de auxilio de sus compañeros, aunque no podía hacer nada. Su habitación se convirtió en una galería de sangre con cuerpos desmembrados por doquier. Llamó a la policía, quienes la acusaron a ella de la atrocidad. 40 años pasó en prisión, esperando para contar su historia en las presentes líneas.

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