Una vieja historia circula por las calles de Quetzaltenango, Guatemala. La de un niño cuya valentía conmovió al entonces pueblo. Eran los años cincuenta, los habitantes escaseaban y existía mucha confianza entre ellos. Las noticias sobre crímenes sólo se limitaban a grandes robos de figuras conocidas, por lo que una inoportuna inocencia abrigaba a aquel lugar.
Una tarde, luego de asistir a la escuela, Gerardito de hallaba en la plaza del pueblo jugando sin mayor preocupación. El clima se presentaba cálido, como es usual en países centroamericanos. Los padres del pequeño, confiados del pueblo, no veían problema en que se alejara del hogar. Aunque ello implicara su desatención.