Por los llanos venezolanos la leyenda de la Sayona es una vieja historia es muy conocida. La de una hermosa mujer que tenía una vida envidiable, al menos así parecía. Estaba casada con un apuesto hombre, aunque sumamente mujeriego. Él le juraba amor eterno, que nunca la traicionaría.
A pesar de ello, su reputación era bien popular en el pueblo. Todos sabían de sus amores. Frecuentaba burdeles y contrataba mujeres en la carretera. Pero su esposa, jamás pudo comprobar ninguno de sus engaños.
El tiempo pasó y un niño nació de aquella relación. La mujer pensaba que su esposo cambiaría después del maravilloso evento. Nada más alejado de la realidad. El sujeto seguía frecuentado bares, así como ausentándose fines de semana completos. Ahora ella debía quedarse en casa cuidando al bebé, por lo que salía menos con el hombre. Esto suponía para este último, mayor cantidad de tiempo que podía dedicar a sus vicios.
Nueve meses tras el alumbramiento del pequeño habían pasado, cuando un rumor llegó a oídos de la engañada mujer. Se comentaba que su esposo visitaba la casa de su suegra, es decir, de su propia madre, en horas de la noche; e incluso, que pasaba fines de semana en esa residencia.
Se trataba de la gota que derramó el vaso. Un viernes por la noche, ella resuelve seguir a su marido. En efecto, confirmó que se dirigía a la propiedad de su madre. Esperó a que entrara al lugar para, posteriormente, acceder ella también. Cuando hizo acto de presencia en el hogar que la vio crecer, fue testigo del pecado capital ejecutado por su progenitora y el hombre que amaba.
Enfurecida, tomó un cuchillo del comedor. Sin mediar palabras, se lo enterró a su amado en la yugular, causándole casi de inmediato la muerte. La madre, por otra parte, gritaba desesperada al ver el crimen. Su hija estaba dispuesta a matarla también.
-¡Eres una mala madre, te odio!
Gritó con fervor la, ahora, viuda.
-¡Perdóname, hija! Yo…
Sin dejar que terminara su parlamento, la mujer apuñaló a su madre en el abdomen, repitiendo la acción unas cinco veces. Antes de caer sin vida al suelo, la víctima del asesinato alcanzó a decirle al oído:
-Te maldigo, Sayona. Te condeno a vagar eternamente sin descanso, por matar a tu propia madre.
Acto seguido, la moribunda mujer se desvaneció en el suelo. En ese momento, la que bautizaron como Sayona, tuvo un colapso nervioso que le derivó en una aneurisma y su posterior fallecimiento.
Desde entonces, se cuenta que en las noches más oscuras, en carreteras desoladas, una hermosa mujer detiene a los vehículos con hombres solos. Una vez de copiloto, distrae al conductor por medio de la seducción, para provocarle un fatal accidente.