Hace algún tiempo sucedió aquí en España, en un lugar de cuyo nombre prefiero no…
Cuentan las malas lenguas, que en un pueblo de la España profunda, una niña de un matrimonio nació. Era hermosa y sus padres la adoraban. A medida que crecía, ella también iba amando a sus progenitores; aunque a su padre más que a su madre.
Con el tiempo, fue desarrollando una fascinación muy grande hacia el primero, en contraste de un rencor sin sentido para con la segunda. No escondía su preferencia, estaba obsesionada con su padre.
Solía decir al mismo que deseaba ser su esposa. A lo que el hombre respondía con una dulce sonrisa, pensando que eran cosas de muchacha, que con el tiempo se le pasaría. No obstante, dentro de la mente de la niña, la idea de algún día acaparar a su progenitor para ella sola, le asaltaba a cada momento.
Los celos por su madre aumentaban día a día. En el fondo, la chica incluso sentía placer al imaginar que la mujer que le dio a luz dejara la casa. Sea como fuere; hasta en un féretro, de ser necesario.
En ocasiones, vociferaba comentarios fuera de lugar frente a su padre, como:
-Seríamos mucho más felices sin esa mujer, ¿no crees, papi?
A lo que el hombre respondía de inmediato, y con fervoroso enojo:
-¡No digas eso! ¡No se te ocurra repetirlo, es tu madre de quien hablas!
Aquel sujeto amaba hasta la médula a su esposa. La adoraba desde el momento en que la conoció. La vida sin ella le resultaba inconcebible. Pero, como el destino puede llegar a ser cruel, la tan querida mujer contrajo una gravísima enfermedad, la cual no pudo superar. Su esposo, abatido, cayó en depresión. Desconsolado, la tristeza le carcomía el alma.
Encontraba consuelo en la compañía de su hija, quien en secreto, escondía una felicidad inmensa. Sin la madre, la niña sólo viviría con su padre. Creía al fin poder materializar el sueño tan anhelado.
Al paso de los días, el desgraciado hombre era testigo de la actitud tan positiva que observaba en su hija. No entendía cómo parecía ni siquiera inmutarse tras la pérdida. Sin sospechar la retorcida mente de la pequeña, sólo creía que se trataba de su enorme fortaleza. Cuando ella, en realidad, se encontraba llena de júbilo por lo ocurrido.
A la semana del fúnebre evento, el padre pidió a la hija comprar algo para la cena. Le encargó un corazón de cerdo, pues era el plato preferido de su esposa. La niña, obsesionada con atender a su padre, fue de inmediato a la carnicería; no obstante, al llegar ya había cerrado. Volver con las manos vacías no era una opción para ella. Cumplir los deseos de su adorado padre lo era todo. Entre tanto pensar y tras darse cuenta que no encontraría otras carnicerías abiertas, una macabra idea llegó a su mente.
De regreso a casa, pasó por el cementerio, donde se detuvo para concretar el nuevo objetivo. Sacarle el corazón al cadáver de su difunta madre.
Se apersonó hasta la tumba. Con una pala cavó hasta desenterrar el ataúd. Una vez expuesto, lo abrió. Observó el cadáver de su madre por unos minutos para murmurar:
-Mi padre quiere el corazón de un cerdo, y lo tendrá.
Tras estas palabras y con la ayuda de un puñal, la niña arrebató el corazón al cuerpo de su madre.
De regreso a su hogar, le dio el órgano a su padre quien lo preparó mientras recordaba a su mujer. Una vez servida la mesa ambos empezaron a comer. El hombre se sorprendió por lo bien que sabía el plato, nunca había comido un corazón de cerdo tan delicioso. Agradeció a su hija el buen ojo que tuvo para elegirlo.
Terminada la cena, padre e hija se dispusieron a dormir. Sin embargo, la niña no lograba conciliar el sueño, sentía que algo la perturbaba. De repente, escuchó una voz a lo lejos que se iba acrecentando a medida que se acercaba a ella. Al principio no distinguía lo que aquel sonido predicaba, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para oír:
-¡Hija, devuélveme mi corazón!
En ese momento, la niña reconoció la espectral voz de su madre, proveniente del más allá. Aterrorizada se escondió bajo las sábanas. Pero cuando la presencia oscura entró en su habitación, fue tal el impacto, que murió de un infarto fulminante. El miedo se hizo con su vida.
Desde entonces, cuentan las malas lenguas, que una mujer se pasea a media noche por los pueblos buscando su corazón, aterrorizando hasta la muerte a quienes se topa en su camino.
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