En alguna escuela tapatía cuentan la historia de tres grandes amigas rebeldes que, cansada la madre superiora de la institución de las travesuras de las chicas, decidió darles un buen castigo pues ya no sabía de qué manera tratar con estas chicas. Así que las encerró en el sótano de la escuela.

Las chicas no vieron más que una aventura más. Mientras ellas estaban en el sótano escucharon murmullos y ruidos raros; la curiosidad de las adolescentes hizo que fueran a buscar de donde provenían tales ruidos cuando descubrieron una puerta que daba a un enorme pasillo.


Dentro de él encontraron a una monja dándoles la espalda. Ellas se burlaron pues pensaban que solo les querían asustar, así que la siguieron. Entonces la moja les señaló una puerta para que  abrieran. Una de ellas abrió la puerta para saber con qué las asustarían cuando encontraron al fondo de la habitación a una chica en cuclillas atada de ambas manos con cadenas y con llagas en la espalda producto de latigazos; las chicas salieron corriendo de la habitación muy asustadas y gritando, pero al ver a la monja como les indicaba que abrieran otra puerta,  valientemente la abrieron y ahí se hallaba una chica con unos gestos de agonía con las piernas abiertas y llena de sangre y a un costado de ella un feto putrefacto.


Las chicas salieron corriendo del temor ya no podían aguantar otra cosa así pero solo faltaba por abrir una puerta más que les mencionaba la monja. Ellas la abrieron y vieron un montón de fetos acumulados y putrefactos, con un olor terrible; ellas salieron de ahí y le reclamaron a la monja. En ningún momento enseño su cara hasta que volteo. Era la muerte vestida de monja. Ellas saltaron del susto y salieron de aquel pasillo y golpearon la puerta del sótano para que las dejaran salir y no volver jamás.
El caso fue tan mencionado que hasta las autoridades investigaron a fondo; se descubrió que aquellas puertas solo eran pasillos que conectaban con la catedral de Guadalajara. Años atrás cuando aún era un convento ahí se practicaban abortos a las jóvenes que iban por malos pasos y sus padres por temor al como quedarían ante la sociedad, mandaban a sus hijas a que les practicaran abortos en aquel convento. De las estudiantes solo se sabe que no volvieron jamás a la escuela.

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